![]() |
Imagen
“Océano azul”: SBO
Texto:
ángela mallén
|
Cuando llueve muy fuerte, los árboles se arrebujan y las
vacas se quedan mirando al suelo debajo de los árboles. Las leyes del campo no
varían, aunque lo parta en dos una autopista atestada de coches con gente
dentro escuchando la prospección atmosférica en un programa de radio en
carretera o la música que se descargaron de
internet. Son dos realidades paralelas: el mundo detenido que aguanta la
casuística de los tiempos, y el mundo del tránsito en su precario presente
físico. Pareciera que el primero hubiese de conocer la experiencia de lo
imperecedero, en tanto que el segundo desaparecerá en un efímero instante
cósmico. Pero las cosas no son lo que parece; la vaca volverá al prado cuando escampe
y rumiará la hierba con sus parsimoniosos y fuertes maxilares. Los árboles
perderán las hojas para recuperarlas en primavera y se llenarán entonces de
lunares dulces. En cambio, los vehículos arribarán a sus cocheras y anidarán
sus tripulantes en una cotidianidad que produce un efecto de inerte vida
eterna.
Nada es lo que parece. Y el caso es que todo oscila, cuelga,
se mueve de un modo u otro, de un mundo a otro mundo. Entre una lluvia y otra
lluvia.