Hay un pueblo que flota.
Hay un pueblo que flota en nuestra conciencia.
Hay un pueblo que flota en el mundo, en este planeta, en las autopistas, en las estaciones intermodales, en las esquinas de las ciudades, junto a los anuncios de telefonía móvil, muy cerca de las nuevas catedrales en forma de banco y multinacional.
Hay un pueblo que flota en nuestra época.
La época en que los mendigos dicen la verdad, aunque nadie en este mundo los vea, y los presidentes compiten por engañar a millones y millones de ciudadanos en los picos de share o cuota de audiencia.
Hay un pueblo que flota porque no encuentra tierra bajo sus pies.
Flota porque todos fueron ahuyentados como ratas. Fumigados. Descabezados.
Flotan porque todos tienen miedo. Porque tienen hijos. Porque tienen hambre. Porque tienen fe. Porque tienen vergüenza. Porque tienen lágrimas. Porque tienen años. Porque tienen derecho. Porque tienen dignidad.
Flotan porque no son ladrones. Porque no son carroñeros. Porque no son asesinos. Porque no son iluminados. Porque no son dioses de barro. Porque no son muñecos de trapo.
Hay un pueblo que flota en el corazón de quienes son como ellos. Y no saben mentir como los presidentes megalómanos. Y no necesitan Olimpo como los dioses. Y no quieren matarse como depredadores. Hay un pueblo que encalla en las fronteras. Que no siempre encuentra alojamiento en las ciudades o en los campos. Cogidos de la mano, con los hijos en brazos y los viejos a rastras. Con sus pañuelos, sus chándales, sus bolsas de deporte o de bebé, sus mochilas mugrientas. Buscando un parque en Varsovia, un familiar en Chisináu o Budapest, un tren en Bratislava o en Salzburgo, un papel en Madrid o en Malmö.
Hay un pueblo que flota, aunque tiene raíces. Aunque no tiene alas. Desafía las leyes de la física, de la lógica, de la moral. Los mendigos muestran la verdad en sus ojos y los justos, en su corazón. Los presidentes megalómanos esconden las soluciones en sus palacios, tras sus banderas, bajo sus llaves. Ante miles de ojos que quizás no quieren ver ni saber.
Hay un pueblo que flota en nuestra memoria. En nuestra historia. En nuestro conocimiento.
Flota y caerá de pie. Sin culpa ni pecado. Triste. Valiente. Herido. Caerá de pie sobre los hombros sin cabeza de quienes no querían ver ni saber.