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Marc Chagall |
Voy a intentar hablar
acerca de una forma de escribir. Me
refiero a una forma diáfana de pensamiento sintético imaginativo y espacioso
como un edificio de cristal muy iluminado en el que se desarrolla una tragedia
misteriosa. Porque ya se sabe que la escritura es pensamiento. Y el pensamiento
es una incursión lineal en la oscuridad de lo abstracto. Pero si alguien toma
la delantera y te conduce como en una expedición por una metrópolis de
arquitecturas diáfanas; y si ese alguien te explica, como en una visita guiada,
los referentes emblemáticos; y si su discurso es descriptivo, efectivo y
sugerente; entonces todos seguimos a ese alguien como el turista al cicerone o
como las ratas al flautista de Hamelin. Este es el modo en el que actúa el
japonés Haruki Murakami. Y así son los libros que escribe. Nadie como él te
hace comprender que la imaginación no tiene limitaciones, aunque sí fórmulas
lógicas. O lógicas que resultan de una fórmula. Por ejemplo, la línea maestra
de sus novelas la marca una fantasía que recibe adherencias de la realidad
cultural, emparejamientos de lo abstracto y lo concreto de manera que no
resulten disyuntivos, o frases que son un compendio filosófico y poético ligero
como el haikú.
La lectura de las novelas
de Murakami (cito como ejemplo “Kafka a
la orilla” o “El año de peregrinación del chico sin color”) te hace sentir
una extraña y sosegada energía psíquica que emana del aparato sensorial. Más
que visualizar, experimentas; y más que comprender propuestas, se desencadena
tu propio pensamiento en secuencias cada vez más sutiles, más abiertas y pluridimensionales.
En algún momento de la lectura, ya no es posible romper la simbiosis, el
encabalgamiento intelectivo entre lo escrito y lo interiorizado. La pregunta
cómo acaba la novela es sustituida por el deseo de que nunca acabe. Hasta que
llega el momento en que una silueta querida se desdibuja ante tus ojos
tristemente (o, intertextualizando una frase de Murakami en Kafka a la orilla: la fórmula mental “se
disipa de tu lado como una silenciosa columna de humo”).
Y cuando se cierra el
libro caes desde un universo de vidrio a otro de barro.