jueves, 10 de septiembre de 2015

TanGoS de AgoSTo


I

Mi vocecita con la que me enfado, me explico, me pongo romántica… dice que en cuanto salimos del país cambiamos de alma. Él conducía, puesto que yo pertenezco a la estirpe de los sin carnet. Nos habíamos llevado a Tom Waits, que nos cantaba el temario completo de “Rain dogs”. En aquella carretera todo el mundo tenía un camión, y yo miraba las nubes en forma de ratita Ratatouille y de lechón. Aquello era un película en 3D: las nubes flotaban, las colinas se desdoblaban, los arcenes se despegaban del paisaje y los insectos se suicidaban contra el parabrisas. Los árboles y letreros parecía que se iban a salir de la pantalla. El pensamiento se disparaba. Sin embargo el pensamiento hay que usarlo con discreción…
Llegamos a un lugar donde se escuchaba el tic-tac del reloj de la cocina y un cacareo a lo lejos sonaba como dentro de la cabeza No sonaba nada más.  Era el silencio del campo en el que las hojas de los árboles se balanceaban. Algún pequeño crujir, casi inaudible, de algún ente incorpóreo caminando sobre la tarima del salón. Eso era todo.
Y seguimos. En aquella otra carretera se alternaban los campos de cereales y los bosquecillos. Había algún que otro puesto de carretera con sombrilla roja donde ciertos coches se detenían para tomar refrescos o un poco de fruta. La mies estaba recogida en haces cilíndricos sobre los prados verdes donde asomaban la flor amarilla y la flor blanca.
Otra vez los pastos.
Los aspersores expulsando una curva de agua tornasolada. Las vacas rubias desnudas, sin su traje de vaca. Las nubes, ya sueltas como globos de helio, anunciando el sur. La línea de camiones, el moderno convoy que reposta las áreas comerciales. Y los unifamiliares rancheras, cabriolet… todos de color coche (gama de grises, blancos, rojos, azules metalizados).
En el viaje todos somos mortadelos transformers, camaleones de blandiblú, peones, cortesanas… Hasta que regresamos por el mismo camino. Mi vocecita de pez en la arena que se arrastra en busca del mar comenta que la vida es un mosquito tigre. Una fiera minúscula, psicodélica, tragicómica. Circular.
De nuevo en mi país oigo que alguien dice: “un abrazote guapetona”. Y siento una inexplicable comprensión gaseosa.  

II
Para Itziar

Ella conoce el sueño lúcido: vivir en la simultaneidad los planos de la realidad. Sus capas. La conciencia transversal. La gran transparencia. Percibir la vida como desde el interior de un vehículo en marcha y como en un pastel de milhojas translúcidas.

¿Cuántas capas? ¿Son muchas las capas? No sé. No me apetece contarlas. Algo así dijo, o lo pensó al menos. No fue así como lo dijo. Era agosto y el calor igualaba todos los agostos. Todos aquello meses que ahora parecían encadenados. Montados. Concatenados. Sin otros meses de por medio. Sólo agostos. ¿Sólo agostos? Tú alucinas. En la cabeza se juntan todos los calores. Todos los veranos. Todos los viajes de agosto recorriendo carreteras que son el mundo de los vehículos, el mundo alargado y estrecho por el que desplazan su existencia tripulada. La morfología, la estética, la dinámica de un interminable laberinto. Puentes, señales, líneas de asfalto. Siempre adelante. El mayor bien, la velocidad. La ley más implacable: la limitación. Siempre avanzando con el destino en la cabeza, en el GPS, en el corazón. Los árboles flanqueando y desapareciendo para siempre. Un segundo en la conciencia de alguien y quién sabe si después sumergirse en la insignificancia hasta que otra conciencia viajera los despierte. La efímera conciencia de las autovías. Su conciencia perceptiva de nube. Su monótona carencia de resistencia.

Publicación en "Agitadoras"


LA CÓLERA ANTIRRADICAL (de junio)

Esta mañana me he levantado con la cólera de Aguirre en la cabeza. Tú ya sabes a qué cólera me refiero. Esa cólera que Aguirre dibuja con una sonrisa de Joker de Gothman.  Una cólera redundante, furiosa, con saña, que se le reconcentra en la voz suavemente firme de ilustre señora condesa iracunda, desdeñada y abochornada. La cólera que le sale por los ojos como por dos negras tuberías de pvc. Tendrías que verla, alucinada y voraz, predicando apocalípticamente para convencernos de que su adversaria Manuela Carmena, que quiere “romper  el sistema democrático y occidental”, no llegue a la alcaldía de Madrid. Porque Manuela Carmena pretende acabar ella sola, tú imagínate, ella sola, acabar con la democracia occidental. Destrozar la democracia “desde el radicalismo”, desde su radicalidad jurista, de juez emérita. Destruir este país que ha sido edificado desde la Nobleza y desde la Grandeza. Destruirlo desde la radicalidad hiperbólica. Desde la radicalidad espantosa. Demoler una democracia tan linda, tan estupenda, tan monísima, tan primorosa, tan chévere, tan justa para la gente de bien que viste bien y no afea las calles cuando vienen turistas; tan divertida para las fiestas de cumpleaños con globos y las cenorras con langostinos; tan sencillita para desviar millones de euros a los paraísos fiscales quitándoselos a los enfermos que de todas formas se van a morir; tan apropiada para tantos periodistas majísimos que machacan, vilipendian y tergiversan a los radicales; tan comprensiva con tantos compañeros que (¡quién lo iba a sospechar!) malversan, defraudan, prevarican, manipulan con premeditación y miente con desparpajo; tan majísima para los jóvenes que sólo podrán desarrollar su proyecto vital en el extranjero; tan chula para los parados de eterna duración que subsisten humillados y confusos.  Destruir semejante monada de democracia desde la apestosa radicalidad de una mujer que ni siquiera tiene asesores corruptos con quienes pactar cositas interesantes. Una mujer que sin apenas ir a la peluquería quiere arruinar la democracia de este país de arruinados feos, antiestéticos y chillones que tanto molestan, aunque “son poquísimos”, cuando vienen a agitarlos los radicales “pagados pa meter follón”.

¿Tú te acuerdas de cuando Enrique Tierno Galván decía que “radicalizarse es perder el miedo” porque es volver a la raíz. Y tampoco vendría mal recordar unas palabras de Adela Cortina "Gracias a los inconformistas (del mundo filosófico y de la vida cotidiana), a los que no se resignan con el derecho vigente, la política meramente pragmática y la religión domesticada, los que siguen empeñados en la idea de que debe ser de otro modo, porque nuestro mundo práctico no tiene -ni en el Este ni en el Oeste- altura humana. Gracias a ellos sabemos que sigue existiendo una aspiración en el hombre, llamada moral". O también estas otras de José Luis López Aranguren: ¿Qué tienen que ver con la sociedad civil los nuevos movimientos sociales alternativos, los jóvenes -y maduros- en paro, los marginados de toda especie, las minorías más o menos étnicas y, con frecuencia, nacionalismos, etcétera? Sólo por ingenuidad o por voluntad de confusión puede suponerse incluido el conjunto de la sociedad en el grupo privilegiado de quienes detentan unos nuevos poderes fácticos, sociales, sí, pero que se sustraen a toda responsabilidad social”. Y no olvidemos tampoco, por favor, la razón poética de María Zambrano, su voluntad de unir el pensamiento, la emoción y la vida…

Quizás haya llegado la hora de volver a los viejos maestros para desenmascarar a las viejas glorias defensoras de “nuestro sistema constitucional de democracia occidental”, un sistema viciado y vaciado de todo el contenido que le otorgaron los verdaderos socialdemócratas españoles y europeos. Quizás no haya otro camino que “radicalizarse” a lo Tierno Galván. Pese a la cólera de Aguirre.


Tú dirás, qué me está contando esta mujer.  Pues eso.

Publicación en "Agitadoras"