Nuevo libro. Nueva normalidad. Todo nuevo.
El libro se llama Entretanto, en algún lugar. La editorial, El Desvelo Ediciones. La portada es de Victoria O´May. El prólogo es de Julia Otxoa. Entre tantas personas queridas y admiradas, "lo nuevo" ya tiene para mí una gran cantidad de "bueno". Gracias.
El libro es de cuentos (o no tan cuentos). Algunos son pequeños y traviesos. Otros son ya mayores. En todos hay una parte fresca y otra madura. Espero que cada cual encuentre el suyo y se lo quede.
"Las nubes negras con borde amarillo
se rompieron contra las montañas como si fueran cáscaras de huevo, y la luz se
desparramó hecha clara y yema dentro del valle. Yo todavía seguía electrizado e
imantado. Podría pensarse que mi cuerpo era de hierro y níquel.
Lo había visto un cuarto de hora
antes, en el área de servicio de la autopista A-8, mientras esperaba turno en
la cola de la cafetería self-service. Era delgado y huesudo como un insecto
palo. Su cara triangular reforzaba el efecto de lepidóptero, su nariz griega
le añadía un porte digno, y sus cejas oscuras resultaban un acento, una tilde
para subir el énfasis de su expresión neutra. Llevaba jeans negros y un jersey
pegado de cuello perkins gris marengo. Esperaba su turno en posición
tan erecta que podría servir su espalda para nivelar la pared. Una figura apenas
real, poco humana. Desde su estatura no miraba a nadie ni parecía concentrado
en nada. Se limitaba a permanecer elevado en el aire del autoservicio como si
los cuatro puntos cardinales lo sujetaran y lo enderezaran. Yo no era capaz de
despegar mis ojos del insecto palo. Imaginé cómo sería tocarlo, lo mismo que
un niño siente el impulso de atrapar una lagartija solo para apreciar su
pequeña naturaleza diferente. Imaginé sus aristas cortando mis dedos igual que
un cuchillo afilado. Porque eran filos sus huesos, no ángulos. Toda una
hipérbole de la ligereza y del riesgo. No quería mirarlo más por si él bajaba
su vista y me atrapaba en mi silla como un insecto mayor atrapa a la mosca de
un lengüetazo. Por eso le lanzaba pequeños vistacitos mientras me fumaba un
cigarro a grandes bocanadas. Al ver que él seguía en calma, empecé a
demorarme en detalles cada vez más nimios: los ojos en forma de hoja de roble,
la media melena ondulada del color de la hojarasca seca, los largos dedos con
los que tecleó una sola vez en el móvil. Y también una vez solo tropezaron sus
ojos de roble con los míos. Un microsegundo, si existe esa medida. Fue un
instante en el que me sentí más consciente por dentro que por fuera.
Desapareció la carne y se tocaban mis neuronas, humores y cartílagos como si
mi cuerpo fuera un paisaje de cielo, tierra y agua.
Puede que recordar ese
estremecimiento me impeliera a maniobrar para bajar de la autopista y desandar
la decena larga de kilómetros hasta regresar a la estación de servicio.
Mientras tanto me preguntaba por qué razón se envalentonaba mi yo cuando iba
subido a un vehículo. Ante el mundo detenido, sucumbía. Quizás mi espíritu se
petrificaba ante las normas. Ahora estaba en modo tregua. Podía escuchar mis
pensamientos por encima del ruido del coche, de la autopista y del mundo que
nunca calla. Podía escuchar también cómo mi corazón acelerado se adelantaba a
mis actos. No podía imaginar nada más allá de volver a mirar al bicho, y quizás
rozar alguno de sus filos. Me parecía que el aire habría de llenarse de un gas
ligero, más semejante al helio que al nitrógeno. Helio y oxígeno. Me parecía
factible pasarme el resto de mis días rozando las aristas, flotando en la vida.
Por eso tenía que jugármela.
Y volví allí. Y no tuve que
rebuscar ni sufrir. Lo vi sentado en un escalón de la entrada al bar, con las
finas y largas patas encogidas como a punto de dar un salto. Cualquiera diría
que estaba esperándome.
Se
acababa marzo. La arboleda que crecía a la orilla de la autopista empezaba a
revivir con ese color de verdura fresca que enciende los sentidos. Yo estaba
de pie junto a la puerta del coche cuando los ojos en forma de hoja de roble
cayeron flotando sobre los míos. Y después de demorarse en mirarme, los ojos
de roble miraron en dirección a la arboleda".