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Imagen: Jaime Giménez de Haro, "La noche". Ed. V.Orenga |
Antiguamente se hablaba del libre
albedrío. Un concepto moral sobre la libertad de opciones. Algo así como si el
mundo estuviera parcheado de indicadores y cada cual pudiera orientar sus pasos
según sus preferencias o aversiones. Ahora tenemos tantas señales que no sirve
ninguna. El sistema binario se ha caído y los links con la realidad nos
arrastran por un laberinto de senderos que se bifurcan infinitamente. El libre
albedrío es una falacia viejuna que no nos ayuda a elegir en nuestro ecosistema
poroso e inestable. El bien y el mal definen perfiles literarios o mitológicos
(elfos y troles), pero no sirve para fotografiar a nuestros contemporáneos. El
sistema binario adquiere un ADN digital y los paradigmas de contrarios tienen
los días contados. Por eso no dejemos para mañana el placer de hablar de lo bifactorial,
contrastivo y polarizado. Antes de que nos disolvamos en la complejidad.
Dualidad
Estrategas-Comprobadores: Hay gente que sirve para desarrollar estrategias
expansivas y gente interesada en comprobar hipótesis nulas. Los estrategas son
briosos, potentes, persiguen metas y se plantean retos. A veces actúan en
solitario, como cazadores furtivos, y otras se reúnen en cuadrillas, o incluso
ejércitos, para capturar a sus presas o abatir a sus enemigos. Rastrean con su
mirada, otean, promedian. Emplean toda
clase de utensilios, productos y herramientas de cálculo para optimizar sus
ejecuciones; lo cual los convierte en amantes de la tecnología, la reglamentación,
la industria química y el álgebra de Boole.
Los comprobadores de hipótesis, por el contrario, son dependientes de la
curiosidad. Lentos, fantasiosos y aparentemente torpes, imaginan, indagan, recolectan
datos, cotejan, reflexionan y nunca irrumpen en los contextos puesto que los
consideran laboratorios. Actúan en solitario o en tándem, discretamente, casi
subrepticiamente, muy centrados en acontecimientos pasados, situaciones
inesperadas, individuos específicos o claves y códigos que les resultan
llamativos para resolver enigmas.
Desde estas dos modalidades de
reconocimiento de la realidad, los unos intervienen, alteran y logran; siempre
justificados por su naturaleza vehemente y nunca contritos por las consecuencias
de sus actos. En tanto los otros observan con asombro, deleite o dolor, tratan
de averiguar y comprender los procesos, hechos, eventos, dinámicas, reacciones;
analizan pequeñas porciones de tejidos, substancias, materias y efectúan
cálculos milimétricos para deducir pautas o evidenciar patrones. Si un
comprobador le advierte a un estratega sobre un peligro o consecuencia
indeseable, el estratega interpreta su advertencia como cortapisa e incluye al comprobador
en el círculo de sus enemigos o adversarios. A partir de ese momento estará en
su punto de mira y puede ser blanco de su ataque.
De este desdoblamiento de
especies se deduce que deberíamos actuar en comandita si queremos un mundo en
condiciones óptimas. Sería algo así como una empresa en expansión con
departamento de impacto medioambiental. Algo como un nuevo orden tanto
emprendedor como analítico, tanto vigoroso como armónico.
Pero todo tiene ya su dueño. El
suelo está parcelado. Y también el cielo. Las ciudades están llenas de hidalgos
(hijos de algo) que defienden sus señoríos. Dondequiera que pises, violas una
frontera invisible y transgredes una ley no escrita. Eso lo saben los
comprobadores pero no los estrategas, ya que estos se ocuparon de diseñar las
reglas sin respetarlas, de preservar sus feudos sin declarar ingresos y de
atesorar excedentes en las islas Caimán.
Lo integral, lo solidario, lo conforme a la lógica del equilibrio sólo
produce sobrecostes. La materia gris de los comprobadores se considera un dispendio
para el sistema. Se tolera, aunque quizás fuera mejor erradicarla.
Aquí lo dejo. Tal vez no sea tan
mala idea buscar contrarios para encontrar síntesis antes de que la realidad se
disgregue. Quién sabe.