El verso se trabaja como se trabaja el vidrio: debes promediar las temperaturas, emplear la química del color y la alquimia de la
transparencia. Para escribir un poema, hay que alcanzar el punto de
maleabilidad, el punto candente. Pero una vez compuesto, el poema es un objeto
frío. Y el poeta es un muñeco roto. El lector es quien vivifica al poeta y
quien revitaliza el poema. Le da ritmo, melodía, armonía y alma nueva.
Por eso, tan importante como el buen poeta
es el buen lector, o lectora. El buen escuchador. O escuchadora.